Mi nombre es Álvaro Marín Hoyos, ingeniero administrador de la Escuela de Minas de la Universidad Nacional de Medellín, Colombia, gerente de empresas, miembro de juntas directivas, asesor de empresas, creador de la Crisisología, autor del libro Cómo recuperar su empresa, entre otras publicaciones.
La historia de la Crisisología comenzó en 1996 cuando quebró mi empresa y quedé en la ruina.
Había ido a la universidad a estudiar gerencia. Había, inclusive, viajado al exterior para afinar mis conocimientos. Fui un gerente exitoso conduciendo empresas ajenas, hasta que un día tomé la determinación de renunciar a mi cargo y crear una propia. Mi razonamiento parecía contundente: si había sido bueno creando riqueza para otros, ¿por qué no hacerlo para mi familia? Y me volví empresario.
Seguí siendo exitoso durante unos siete años. La empresa le permitía vivir bien a mi familia, pagaba impuestos, daba empleo, la apreciaban sus clientes y sus proveedores y el sector financiero le abría sus puertas.
Pero esa misma empresa me arruinó en tres años. No solamente perdí todo mi patrimonio familiar sino que le hice daño al patrimonio de los trabajadores, del Estado, de los proveedores y de los acreedores financieros.
En este punto aprendí una de las leyes que gobiernan la crisis: las empresas son poco eficientes produciendo riqueza pero son diabólicamente eficientes destruyéndola.
Aprendí también que las crisis no andan solas sino en pequeñas manadas. No sólo estaba en la inopia sino que el estrés me produjo serios quebrantos de salud. A la crisis económica se agregó una crisis de salud. Y, apenas unos meses después, a la crisis económica mía se sumó la crisis económica de mi esposa. Mi familia pasó de la prosperidad a la bancarrota. Aprendí otra lección inolvidable: lo único peor que ser pobre es empobrecerse. Pero aprendí también que empobrecerse enseña más que ser pobre.
Hoy ya no existen las empresas que conduje exitosamente. Tampoco existe la mía. Miro hacia atrás y advierto que han desaparecido decenas de ellas que hace una década o dos eran muy boyantes. ¿Qué se han hecho? ¿Por qué desaparecieron si parecían invencibles? Algunas eran grandes, otras pequeñas. Para todas ellas llegó, muy puntual, su crisis de supervivencia. Enfermaron y murieron.
Esta observación me llevó a formular la ley determinista de la crisis o ley de la entropía empresarial a la cual me referiré en otro lugar.
Mi primer contacto personal con la crisis no fue entonces en la universidad sino en mi propia empresa. En sus aulas nunca me enseñaron que las empresas mueren, igual que cualquier otro ser, que no son eternas, que tienen su ciclo de vida.
Pero en los textos de gerencia pocas veces aparece la palabra crisis. Es como si no existiera, como si fuera un tema vergonzante, o como si las empresas fueran eternas, cuando la verdad es que la crisis está siempre allí, a la vuelta de la esquina, al acecho, como una fiera inclemente dispuesta a devorar las empresas.
Si no existiera la crisis, si las empresas fueran eternas, no existirían gerentes. ¿Para qué? ¿Para conducir una eterna y monótona bonanza? Los gerentes existen porque existen las crisis. De otra manera serían innecesarios. La crisis no es entonces un tema más de gerencia. Es, con toda certeza, el gran tema gerencial de todos los tiempos.
En este portal hablamos de la crisis de las empresas, es decir, de gerencia. Les ofrecemos una forma diferente de ver y conducir empresas.
La primera vez que estos temas salieron a la luz pública fue en el 2001, cuando el Grupo Editorial Norma publicó mi libro Cómo recuperar su empresa, cuyo texto puedo leerse en este portal.
Etiquetas: Álvaro Marín Hoyos, crisis, crisisología, empre, emprendimiento, gerente, origen, vida
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